Anexos del alma

 

Texto curatorial para la exposición Divertimento de Federico López Castro en la galería 323 del 31 de marzo al 7 de mayo del 2022.

Todos tenemos un anexo del alma, un mundo privado a la realidad exterior. Más que un lugar, el anexo del alma es un espacio, un hogar donde el “yo” social se deslinda y se cuelga en el perchero de la entrada. El anexo del alma es donde reflexionamos y reflejamos la realidad, donde procesamos la materialidad de las cosas. Para la obra del artista, arquitecto, juguetero profesional y maestro Federico López Castro, el anexo del alma es un elemento crucial representado a través de imágenes de casas, cuartos, puertas, ventanas, recortes y recuerdos. El anexo del alma se convierte en nuestro punto de referencia ante el mundo, a donde vamos a recargar pilas, un espacio no donde se está inmóvil, sino donde se está en paz.—Si alguien no tiene anexo del alma—comenta Federico—está perdido.

Un espacio no donde se está inmóvil, sino donde se está en paz.

Divertimento nos presenta portales interactivos a los diferentes anexos del alma. Algunos están protegidos por esfinges y acertijos, como lo son naturalmente los rompecabezas, mientras que otros señalan múltiples mundos que debemos cruzar antes de llegar a su interior. En Anexo, las palabras “cualquiera que aspire a conservar su sano juicio necesita un pequeño anexo del alma al que, cuando el mundo naufraga en su absurda comedia uno siempre puede correr a encerrarse” rodean en espiral la estampa como cerradura. Instintivamente giro la cabeza, cambiando forzosamente de perspectiva hasta que mi cuello me reclama. Los límites de la materialidad se imponen. Ahí, dentro de este anexo del alma, un hombre medita en paz, con los ojos cerrados y el viento entre su pelo.

Cruzamos calles, casas, museos, galerías, obras de arte y millones de anexos al día. Las personas entran, salen y se graban en nuestros anexos y nosotros en los de elles. Somos miles de cuartos de azotea en el paisaje urbano de la memoria. En la serie Enredos de mi memoria, acompañamos a un personaje sentado sobre una silla a través de un laberinto de anexos. Lo vemos cruzar entre mundos y observar a las personas conversar sin escucharse, cada una dentro de su propio anexo. Navega entre recuerdos, algunos de otras personas, hasta que aparece una puerta de salida. Pero la serie ahí no termina. Las personas entran, salen y se graban en nuestros anexos y nosotros en los de elles.

Somos miles de cuartos de azotea en el paisaje urbano de la memoria.

 
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